Lydia Lunch: «Soy una incomprendida crónica, pero eso me da placer»

Por Charlotte Richardson Andrews, para theguardian.com – 10 de julio de 2019.
Traducción: Lepo para RadioValvular.

La fugitiva, cantante e ícono contracultural cumplió 60 y sigue tan incendiaria como siempre; girando y enfureciéndose con los contaminadores y los políticos, en un libro bullicioso.

Lydia Lunch cumplió 60 este año, pero la edad hizo poco por debilitar el deseo de vivir de este ícono contracultural. Décadas después de sus comienzos como la líder de 16 años de la banda no-wave de los ’70 Teenage Jesus and the Jerks, la «apocalíptica» neoyorkina de nacimiento es una venerada veterana del under estadounidense: escritora, monologuista, música, actriz y artista. El estilo de Lunch es crudo e incendiario; una furia feminista de sexo, muerte y ruptura de tabúes. Y en 2019, la sexagenaria sigue sin remordimientos y tan activa como siempre. Sigue escribiendo, girando, colaborando y actuando.

Cuando hablamos, Lunch está en Colchester [Inglaterra], deleitándose en un hotel «fabuloso, tipo cabaña», ubicado convenientemente cerca del centro cultural donde va a tocar esta noche con su banda Big Sexy Noise. En escena y en papel, tiene una presencia formidable: seductora, provocativa y severa con su público. En conversación vía Skype, es sorprendentemente jovial: cordial, cortés, encantadoramente ocurrente. Una dama bocasucia que reparte dobles sentidos.

-¿Sos una incomprendida?

-¡Oh! ¡Crónica! Pero me da placer. No soy una persona triste; solamente trato con temas tristes.

La última vez que The Guardian habló con Lunch, en 2015, ella estaba buscando una casa para su archivo; un honor que ahora tiene la universidad de New York.

-Están por abrir un espacio nuevo para exhibiciones, el año que viene, y creo que lo van a estrenar con mis archivos, y eso está bárbaro.

Es una ubicación apropiada. Aunque ella se fue para siempre en 1990 y no lo considera su hogar («ni siquiera cuando vivía ahí»), New York influyó en gran parte de lo que se convirtió Lunch y su arte.

Scott y Beth B., Diego Cortez, Lydia Lunch, Johnny O’Kane, Bill Rice y Adele Bertei. Artistas del movimiento no wave de New York, 1980.

La obra de Lunch es desafiante, electrizante e inquebrantable. Su último lanzamiento, So Real It Hurts [«Tan real que duele»], también: una antología de escritos nuevos y anteriores, que incluye de todo, desde fantasías violentas de venganzas feministas, hasta diatribas sobre la contaminación y la política (y sí… Trump), en la edad geológica actual. Detallan placeres perversos, héroes reconocidos (Hubert Selby Jr.) y no reconocidos (Herbert Huncke) por igual. Aportan un testimonio histórico alternativo, documentado con un estilo brutal: la New York previa a la gentrificación («el inodoro del diablo»); la escena no-wave («un maullido colectivo que liberaba las entrañas… un colectivo loco de facinerosos que desafiaban la muerte»); y el comienzo de los disturbios raciales de 1967, de los que Lydia fue testigo presencial a los ocho años, cuando su ciudad natal, que se volvió el centro del caos, entró en una erupción de violencia, con una horda de gente con bates de béisbol «saliendo en estampida directamente frente a mi casa».

Me cuenta que la antología «fue rechazada por 26 editoriales estadounidenses».

-Y estoy bastante contenta de poder decir eso. En realidad, yo quería que eso quedara estampado en la tapa.

Al final encontró el editorial Seven Stories, que la considera una «pregonera tenaz e independiente».

-Yo les pregunté «¿por qué quieren publicar este libro?» Y uno de ellos dijo «Porque me reí con cada capítulo». ¡Por fin! Alguien lo entiende. ¡Sí! O sea… esta mierda [la vida] es terriblemente seria. Hagamos una fiesta y celebremos el hecho de estar vivos a pesar de esta pesadilla. De eso se ha tratado toda mi carrera.

Abriendo la antología, hay una introducción del famoso chef y viajero fallecido Anthony Bourdain.

-¿Eran amigos?

-Nos conocíamos. Él había leído algo que yo había escrito para un libro de fotos de Asia Argento [la pareja de Bourdain]. Y nos conocimos cuando él hizo un especial sobre el [barrio neoyorkino] Lower East Side. Una de las preguntas que le hice fue «¿Cómo hiciste?». ¿Cómo hizo para pasar de ser a un cocinero de mierda, adicto a la heroína, a un famoso exitoso y sobrio? Me dijo «Fue por absoluta casualidad». Eso simplemente me parece bárbaro. Porque hay gente que nace ambiciosa y planea el éxito. Otra gente simplemente hace lo que hace, y llega a donde tenga que ser.

Anthony Bourdain y Lydia Lunch.

Como Bourdain, Lunch encontró una hermandad por medio de la comida, siendo una fugitiva joven. Según cuenta la leyenda, la joven vándala se ganó su seudónimo [«Almuerzo»] tras obtener renombre como experta en robar comida y como chef improvisada, transformando los productos que se había llevado, en comida nutritiva para compañeros punks como los Dead Boys. En 2012 publicó un libro de cocina, The Need to Feed [«La necesidad de alimentar»] y le contó a Vice:

-Cocinar es una de las cosas más íntimas. Lleva a tener buen sexo. Tocás algo que el otro digiere. Tu ADN está en lo que comen. Es una forma de fecundación. Y básicamente mi motivación artística es eso.

-¿Todavía disfrutás de la cocina?

-Sí. Es algo muy de bruja. Pero tenés que tener cuidado con el origen de tu comida. Especialmente en el Reino Unido y en los Estados Unidos. Porque terminamos comiendo muchísimo veneno.

Lunch conoce un par de cosas sobre las toxinas. Antes de tener la edad suficiente como para elegir sus propios venenos, Lunch se crió en uno de los terrenos del programa estadounidense Superfund*: tierras contaminadas por desechos peligrosos para la vida. Hasta el momento, dice Lunch, hay 39 mil terrenos peligrosos esparcidos por Estados Unidos. So Real It Hurts le apunta a los grandes conglomerados y al Ministerio de Justicia de EE.UU. Pero ésa no es una temática nueva para Lunch. Ella viene hablando sobre justicia ambiental desde que tenía 20.

*Nota del traductor: La Ley de Responsabilidad, Compensación y Recuperación Ambiental, más conocida como Superfund, fue aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en 1980 con el fin de identificar, investigar, y restaurar lugares que contienen desperdicios peligrosos que provienen o fueron dejados por fábricas, industrias químicas, vertederos, etc.

-Pienso en los que hacíamos monólogos cuando empecé, bajo los gobiernos de Reagan y Thatcher: John Cooper Clarke, Exene Cervenka, Henry Rollins, Jello Biafra. Creo que comprendíamos más de lo que sabíamos. A veces vuelvo a algunos de los discursos que escribí en el ’84 y digo «seh, podría hacerlo esta noche».

La animan los activistas actuales del clima y se declara una «gran admiradora» de Greta Thunberg y Extinction Rebellion, pero también está incrédula por la inactividad política actual.

-O sea, simplemente es ridículo que sigamos conversando sobre esto. El mes pasado hubo 379 tornados en 13 días en Estados Unidos. ¿En India? Sequía. ¿En China? Inundaciones. Estuve en la ciudad de México, hace un mes: tienen la peor contaminación del aire en décadas. No te podés escapar de eso. Pronto va a haber más plástico que peces en el océano. O sea: despiértense, mierda.

Le cuento que una investigación reciente reveló que la gente británica está ingiriendo una cantidad de plástico del tamaño de una tarjeta de crédito todas las semanas, gracias al microplástico que hay en el aire, los alimentos y el agua.

-Si pudiéramos cagar esas tarjetas y usarlas en el cajero automático…

El sentido del humor de Lunch es oscuro, encantador y revelador. En el capítulo «La maternidad no es obligatoria», conocemos a la Lunch la encantadora de bebés: una provocadora que intencionalmente no tiene hijos, con una habilidad casi sobrenatural para calmar los chicos díscolos de otras personas. En «Asumir una posición», divulga su manía «de décadas» por los canas, detallando varios encuentros ilícitos y cómicos con el largo brazo de la ley. Y en «Desintoxicación», encontramos a Lunch en modo gurú de autoayuda, alentándonos a entregarnos a la masturbación habitual y a reemplazar los productos de limpieza tóxicos por menjunjes con vinagre:

-Con toda la plata que ahorrás evitando hacer más ricas a las multinacionales, podrías pagar masajes una vez al mes ¡por el resto de tu vida! O empezá a ahorrar para tu propio velatorio. Puede llegar más rápido de lo que creés.

Muchos de nosotros -Lunch incluida- estamos sorprendidos de que ella siga viva, dada su propensión a una vida al extremo. En el capítulo «Borracha de coger», escribe que llegó a un punto en que su líbido y la necesidad «de poseer y consumir» habían alcanzado un punto peligroso, dándole lugar a un periodo largo de celibato.

-¿Ahora estás saliendo con alguien? ¿Seguís disfrutando de los amantes?

-¿Es una invitación? -esquiva con travesura.

Hace años, Lunch se describía como una adicta a la adrenalina, obsesionada por «el magnetismo negro de la muerte». Sobrevivió al abuso sexual infantil y la violencia familiar; salió con varios amantes inestables, desde un psicópata sospechoso hasta un exalcohólico que terminó matando a su esposa; se escapó de acosadores trastornados y frecuentó las mismas calles que asesinos seriales como Richard Ramirez.

-Yo tampoco creí que iba a vivir tanto; la verdad que no era mi objetivo; pero tampoco voy a resistirme a la vida. Me estoy divirtiendo demasiado. Soy demasiado terca para morirme; todavía hay mucho que hacer.

-Si volvieras atrás, ¿cambiarías algo?

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