Alejandro Muñoz: Viviendo con The Pogues (Parte 1)

Principios de los ’80 en Inglaterra: crece el racismo hacia los irlandeses por los intentos del IRA de unirse a Irlanda del Norte quitándosela al Reino Unido, incluyendo un intento frustrado de matar a Margaret Thatcher. Un grupo de ingleses borrachos que se habían conocido en un recital de los Ramones, deciden tomar el folklore de sus padres irlandeses y tocarlo al palo, como se pudiera y donde se pudiera, dando origen a un género musical, el punk celta. Muy oportuno. Esa banda se llamaba The Pogues.

Hace unos años encontré en YouTube todo un recital a sala repleta de los Pogues en el Town & Country Club de Londres, en 1988. Entre tema y tema aparece alagando a la banda nada más y nada menos que Joe Strummer, que de paso se sube al escenario y toca un par de temas de los Clash con ellos. (Ya en 1991 Strummer reemplazaría durante un año a Shane MacGowan, la voz, el genio poeta de los Pogues, el más borracho de todos, porque a esa altura el tipo ni se podía mantener en pie.)

Alejandro Muñoz, un artista chileno, estuvo en ese show del 17 de marzo de 1988, hace 24 años, un día de San Patricio (la principal festividad irlandesa). Actualmente tiene un blog, Lobo Rojo, donde publica algunas de sus obras y muchas anécdotas musicales de los ’80 y ’90:

“Jem Finer [banjo de los Pogues] vivía en el número 32 de Burton Street, en King’s Cross, y su casa se transformó en el lugar de ensayos y reuniones de la banda. Yo también vivía como squatter en la misma calle, en el edificio de al lado. Siempre había por todas partes un montón de gente con instrumentos, un montón de gente con alcohol y un montón de gente que se dedicaba sólo a mirar lo que allí pasaba. Como yo.” (http://loborojo.bligoo.com/content/view/241646/Memorias-de-un-fracasado-17-The-Pogues-featuring-Joe-Strummer-1988-Por-Alejandro-Munoz.html)

Al ser alguien que habla nuestro idioma, viajó mucho, estuvo en esa época y la vivió muy de cerca (tan de cerca que hasta subió a tocar el bajo con la banda en un show!) decidí entrevistarlo por e-mail para esta nota. Sus respuestas grafican de punta a punta los últimos coletazos de la primera era punk y el desordenado surgimiento de una banda única.

-Alejandro, ante todo sería interesante tener un panorama de quién sos, a qué te dedicás…

Nací en Santiago, Chile, hace casi 50 años. Me dedico a la gráfica, trabajo como director de arte. Siempre he estado ligado al diseño gráfico, a la dirección de arte en agencias de publicidad y medios periodísticos y a la ilustración, ya sea como parte de equipos, freelancer o profesor.

He vivido y trabajado en Santiago, Buenos Aires (casi 15 años), Los Angeles y Nueva York. En Inglaterra estuve un par de veces entre 1980 y 1982; volví en 1985 y una última vez en 1988. También pasé períodos en Amsterdam y en Berlín.

Además soy un fanático de la música. Podría decir de toda la música, porque escucho también jazz y música clásica. Pero, ya sabes, el rock es el rock. Como nunca antes, cada momento de la vida está ligado a la música, y nada representa mejor lo que es la vida contemporánea que el rock. El rock representa pero también anticipa. Algunos pensadores pretendían cambiar el mundo, y al mundo lo cambió la música.

-¿Cómo conectaste con la cultura punk? ¿Fue cuestión de ideales tuyos que ya llevabas antes de llegar a Inglaterra o se fue dando más de casualidad?

La cosa se fue dando así. Cuando llegué no tenía idea de lo que me iba a encontrar. Es decir: tenía una idea que resultó no tener nada que ver con lo que pasó, ni con lo que conocí, ni con cómo se dieron las cosas.

Tú te preguntas cómo “llega” lo que llega a hacerse “famoso” o “reconocido”, y por qué con otras cosas no sucede lo mismo. Ése es y será siempre uno de los grandes enigmas de nuestra cultura.

Todo el tema con el punk se daba de una manera bastante –digamos- natural. Un hijo de vecino, alguien de clase trabajadora era punk casi por definición, y lo había sido desde antes de que esto se transformase en un movimiento reconocido como tal.

 

-¿Realmente se vivía como una cultura, se generaban cosas importantes o creés que se lo tomaba más como una cosa del momento, una moda?

En ciertos aspectos, sobre todo al principio del movimiento, algunos sectores del punk eran bastante elitistas, y además “demandantes”. Si entrabas en la de mostrar tu ideología mediante la apariencia, todo podía transformarse en un asunto de nunca acabar, porque en el momento en que alguien lucía remotamente parecido a vos, era tiempo de mutar en otra cosa.

Pero si no entrabas en esa, ser punk era precisamente no preocuparte por tu apariencia, ni por nada. A veces pienso en Luca Prodan: no se disfrazaba de nada, se ponía lo que tenía a mano. Para mí eso tiene más que ver con la mayoría del ambiente punk. Ahora, de acuerdo: el arquetipo que luego se transformó casi en caricatura, por supuesto se hizo notar mucho más.

Esto es lo que te decía más arriba. Todo el asunto tenía que ver con el lugar en el que vivías. Los chicos que hacían música sin haber estudiado quince años en el conservatorio, que no se creían Keith Emerson o Rick Wakeman y que no pensaban pasarse horas haciendo escalas y fugas en el teclado, tocaban lo que luego se pudo denominar como “punk”. Algunos tenían más talento, o querían hacer que pasaran cosas, o tenían más cosas que decir. Pero aunque esto no llegase a suceder, estabas allí, y eso es lo que pasaba en ese momento, en ese lugar.

No fue un movimiento generado a partir de una filosofía, de un dogma o de una declaración de principios, por mucho que estos se encuentren implícitos en él. El punk nace marcado por la apatía, el aburrimiento y la desidia tanto como por la bronca o la rebeldía.

Desde los orígenes del punk quedó muy en claro que no se compartía el concepto de ética protestante asociada al capitalismo, o a la recompensa que merece el esfuerzo. La mayoría de los músicos de la época, vivían de –como se dice en España- “el paro”: cobraban sus minúsculos cheques de cesantía y se las arreglaban con esa poca plata para no tener que buscar más fuentes de ingresos.

Yo creo que los ingleses nunca podrán calcular los beneficios que le trajo al país pagar la cesantía a ese grupo de gente. Finalmente, la plata fue a las compañías discográficas y volvió a las arcas fiscales, al establishment. ¿Loco, no?

Hoy en día, en 2012, me resulta curioso ver cómo han envejecido los punks (aunque no más curioso de cómo han evolucionado otros personajes del mundo del arte y de la música).

El asunto es que mientras pasa el tiempo, parece que caen algunas barrreras que en algún momento parecieron inexpugnables. El tiempo parece limar asperezas, y estoy seguro que la distinción rígida de géneros y encasillamientos musicales fue siempre un asunto más de marketing que de cualquier otra cosa. Si no, cómo te explicas que los Pogues hayan enloquecido tanto a amantes del punk como del rockabilly, de los Dubliners o de los Clancy Brothers como a fans de Leonard Cohen o de Tom Waits. “Punkcountrybilly”, fue un rótulo que se les dio en algún momento.

-En GoogleMaps se puede ver en 360 el pasaje donde vivías como squatter (lo que acá se llama “okupa”) ¿Era una especie de “barrio punk”?

Bueno, King’s Cross es una zona que creció en torno a la estación de ferrocarril. A mí me parece que todos los barrios cercanos a estaciones de trenes tienen bastante en común. Yo siempre establecí algún paralelo entre la zona de King’s Cross de Londres y Constitución, en Capital Federal. Y no me refiero al paisaje, sino al ambiente, el movimiento, las cosas que pasan por ahí. Por lo que vi en GoogleMaps la apariencia actual es bastante otra.

A principios de los años ochenta -durante la administración Thatcher- en esa casa efectivamente había pisos tomados. Pero, como te decía, igual era un barrio de clase trabajadora. Si alquilabas por poco dinero un cuarto o compartías el piso, el efecto visual -y social- era prácticamente el mismo.

Al poco tiempo, a fines de 1981, varios de los edificios de esa calle fueron declarados como poco seguros y la gente que los ocupaba debió dejarlos. Había zonas enteras con casas cerradas.

Cuando los Pogues se hicieron más conocidos, cuando ya sonaban en la radio, luego de la aparición del segundo LP (Rum, Sodomy and the Lash -1985-), algunas de sus canciones (“Transmetropolitan”, “The Old Main Drag”) fueron vetadas por las radios y calificadas como “himnos de la cultura de una generación de squatters”.

Aquellos fueron años en los que quedaron de manifiesto grandes diferencias sociales, años de un inmenso racismo, no sólo con los africanos, jamaiquinos o sudamericanos, sino también con los galeses, los escoceses y fundamentalmente con los irlandeses.

La música de protesta en aquella época era toda la música que venía de Jamaica: el rocksteady, el ska y el reggae. También era música de protesta el género de los Pogues, aún antes de mezclarlo con punk. Es decir: lo que se llamaba la “canción rebelde irlandesa”.

-Al lado de esa casa okupa ensayaba la primera formación de The Pogues. ¿Cómo te impactó la banda en sus inicios?

Me parece que desde aquellos días, estos músicos eran relativamente conocidos y requeridos, o admirados, o lo que sea. Eran héroes locales. Esa primera formación incluía músicos que ya eran “alguien”, al menos en el barrio. Todos habían tocado en bandas, y The Nips, la banda de Shane, incluso había tenido un par de hits.

En esa época se le definía como un “conocido protopunk de la zona este de Londres”. Una vez, alguien le mordió una oreja en un concierto de The Clash y su foto con la oreja ensangrentada apareció en los diarios bajo el titular de “Canibalismo en el concierto de The Clash”.

Un dato: durante los primeros tiempos, los Pogues se juntaban a ensayar dos veces al año, cada 4 o 5 meses. El resto era andar dando vueltas por ahí. Eso era apatía; eso era desidia. En un principio creo que no conseguían darle forma a la idea original, la de Shane, Jem y Spider Stacy [flautista].

 

En sus primeras presentaciones cometían muchos errores, jodían y perdían en esto tremendas cantidades de tiempo. Las discusiones arriba del escenario cada vez que se iba a interpretar un tema, podían resultar simpáticas, pero solamente la primera vez que lo presenciabas. Era algo que había que superar. Se llegó al extremo de bautizar a Cait O’Riordan [la bajista] como “Rocky”, porque las discusiones con Shane terminaban a los golpes o a las patadas. También estaba el tema del alcohol, pero todo el mundo notaba algo muy especial en ellos y –desde ya- en las composiciones.

La banda me cautivó. Te hacías incondicional del grupo. En mi producción gráfica tuvieron mayor influencia otros artistas y grupos (Lou Reed, Tom Waits, Nick Cave, Einsturzende Neubauten, Nine Inch Nails, y por supuesto Joe Strummer), pero The Pogues entra por el lado emocional, vivencial.

Spider tiene una energía que lo hace (o hacía) saltar de un lado y aporrear cualquier cosa que tuviera a mano, pero igual podía tocar. Costó mucho conseguir un batería, y no sólo un intérprete, sino un sonido. Andrew Ranken tiene un vigor y una capacidad física notable, pero además debió modificar la conformación de la batería; James Fearnley -originalmente guitarrista- toca el acordeón de forma notable y a mi entender es el gran irreemplazable del grupo, pero no fue hasta la entrada de Chevron [en guitarra] y posteriormente de Terry Woods [mandolina] que la banda consiguió un sonido más complejo y más denso. O tal vez fue la mano de Frank Murray (el manager), pero hubo un momento en que la cosa derivó en música y más música. Con el paso del tiempo el grupo se profesionalizó, musicalmente hablando, y el principal mérito es que lo consiguió hacer sin perder el alma. Cosa bastante difícil.

[continuará]

entrevista: Lepo

exclusiva para RadioValvular.wordpress.com

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